Homenaje a Kafka

Hace exactamente hoy 130 años que nació Franz Kafka en la ciudad que siempre fue suya: Praga. Escritor olvidado en vida, aclamado de forma meritoria póstumamente. De su pluma salieron brillantes novelas como El proceso, La metamorfosis, El castillo, El desaparecido, numerosos relatos cortos… Unos libros que invitan a la reflexión, a la búsqueda de uno mismo, a las respuestas existenciales del ser humano (y también a hacerse más preguntas. Como él mismo dijo:  Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros.

Una obra siempre metafórica, pero ¿no es siempre todo lo que pasa en la vida nada más que una metáfora? Invito a todos a leer cualquiera de sus obras, encontraran sin duda alguna un mundo distinto, extraño y a la vez muy real. Un análisis del ser humano y de la sociedad que tras 130 años sigue teniendo una extrema vigencia, una perfecta parábola del ser humano actual.

Debemos dar encarecidas gracias a ese oficinista gris que escribió hermosos relatos. Como dijo otro escritor olvidado en vida, Pessoa, Aunque nadie imprima mis versos,/Si fueron bellos, tendrán hermosura./Y si son bellos, serán publicados:/Las raíces viven soterradas/Pero las flores al aire libre y a la vista.

Tres de julio de 1883, tres de julio de 2013; 130 años de una obra que siempre rompe el mar helado que hay dentro de nosotros. Eterno e intemporal, siempre gracias Franz Kafka.

Como pequeño aperitivo les dejo uno de sus microrrelato, mi favorito: EL TIMONEL

¿Acaso no soy timonel? ?exclamé. ?¿Tú? ?preguntó un hombre alto y moreno, y se pasó la mano por los ojos, como si disipara un sueño. Yo había estado al timón en noches oscuras, la débil luz del farol sobre mi cabeza, y ahora había venido aquel hombre y quería apartarme. Y como yo no cediera, me puso el pie en el pecho y me empujó lentamente contra el suelo, mientras yo seguía aferrado al timón y lo arrancaba al caer. Entonces el hombre se apoderó de él, lo puso en su lugar y me dio un empujón, alejándome. Me rehíce de inmediato fui hasta la escotilla que llevaba a la cámara de la tripulación y grité: ¡Tripulantes! ¡Camaradas! ¡Venid pronto! ¡Un extraño me ha quitado el timón! Llegaron lentamente, subiendo por la escalerilla, eran unas formas poderosas, oscilantes, cansadas. ¿No soy yo el timonel? pregunté. Asintieron, pero sólo tenían miradas para el extraño, a quien rodeaban en semicírculo, y cuando con voz de mando él dijo: «No me molestéis», se reunieron, me observaron asintiendo con la cabeza y bajaron otra vez la escalerilla. ¿Qué pueblo es éste? ¿Piensan también, o sólo se arrastran sin sentido sobre la tierra?